Hablar de sostenibilidad y eficiencia energética se ha convertido en un lugar común pero muchas veces vacío de contenido.
Es tarea de todos que la sostenibilidad se materialice, es decir, que el beneficio social, económico y medioambiental lo podamos percibir en nuestra vida cotidiana.
Son muchos los frentes, pero hay que comenzar alguno. Por qué no comenzar por el uso racional y eficiente de la energía. Ese ente que nadie ha visto, tocado, gustado u olido, pero que todos hemos pagado.
Por un lado está la Administración, normalmente timorata a la hora de impulsar de forma efectiva el ahorro energético. Debe comenzar a dar ejemplo en lugar de dar dinero. Baste mencionar el camino iniciado en Navarra y el País Vasco donde el listón de la promoción pública de viviendas ha puesto la semilla para que la edificación residencial, como sector económico, abrace modelos de eficiencia energética de forma natural y con beneficios.
Al otro extremo de la cadena de valor está el usuario de la vivienda que debe adoptar hábitos de vida acorde con la prédica de la sostenibilidad. Eso pasa por la educación y que sepa que puede exigir una vivienda que responde al clima para brindarle confort.
Todo esto suena utópico, sin embargo, la buena noticia es que las técnicas y materiales para lograrlo ya existen y están en el mercado. Han demostrado sus prestaciones y son económicamente competitivas. Simplemente hay que usarlas más.
Les invito a que caminemos juntos hacia ese horizonte siempre lejano que es la eficiencia energética. Camino en el que, cada vez que se alcanza un hito, podemos alegrarnos de haber materializado un poco más la sostenibilidad, mejorando la vida de las personas.
Les invito a que juntos divulguemos los beneficios de los edificios de consumo casi nulo-casa pasiva, que es el objetivo de este consorcio.